En octubre de 1415, Enrique V, rey de Inglaterra, venció a la caballería francesa en la famosa batalla de Azincourt, ya dada de antemano por perdida debido a que poseía un ejército inferior en número de soldados y de armamentos. Sus hombres se encontraban en peor estado físico que los franceses, estaban agotados luego de caminar más de trescientos kilómetros debajo de la lluvia y el frío.

A pesar de esa dura realidad consiguió alentar a su ejército con una ejemplar estrategia. Para ello juntó a sus hombres parados hombro a hombro reconociendo la dura realidad de saber que se podía perder y morir. En lugar de quedarse en una situación defensiva parados esperando al rival, se ubicaron en el centro de la batalla defendiendo y atacando en todas las direcciones.

Para lograr su objetivo debía reconocer en cada persona el rostro de un luchador. Buscaba gente entusiasmada que se centrara en el proceso. Reconocía que cuando se peleaba solamente por obtener algún reconocimiento o algún escudo extra, la motivación era distinta. Sólo lucharía con todas sus fuerzas si tenían valores en común. Sin esa extra motivación no se lograría actuar voluntariamente con compromiso y actitud.
Los fra

Podemos tener el mejor equipo y la estrategia perfecta para cada partido, pero sin la exacta motivación podemos fracasar. Enrique V les demostró que en esa batalla les esperaba la gloria, como realmente así sucedió.
Sólo podemos ser héroes si elegimos serlo. Un entrenador y un líder no pueden garantizar el resultado, el éxito, y para evitar el fracaso es necesario la motivación, la arenga y un plan estratégico proyectado en una meta en común.

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